Si paras en cualquier perfumería es probable que encuentres pequeños granos de café entre las fragancias. Si además decides oler algunas de ellas, es posible que el vendedor te ofrezca oler un poco de café. Comúnmente se cree que el olor de los granos de café nos ayuda a limpiar y regenerar nuestro olfato, permitiéndonos continuar oliendo más perfumes.
¿Pero por qué alguien tendría que hacer eso? La fatiga olfativa es algo real, y merece cierta atención. Esencialmente, las glándulas olfativas de la nariz comienzan a reconocer los olores después de un período de tiempo (como el perfume que hemos estado usando todo el día), y dejarán de alertarnos sobre ellos, haciéndonos pensar que nuestra fragancia se ha esfumado. Es un ejemplo de adaptación sensorial; el cuerpo se insensibiliza a los estímulos para prevenir la sobrecarga del sistema nervioso, permitiéndole así responder a nuevos estímulos que son «fuera de lo común».
¿Tienen los granos de café algún componente molecular mágico que restablezca nuestro olfato, permitiéndonos continuar oliendo cosas? Resulta que la respuesta es no. El doctor Alexis Grosofsky del Departamento de Psicología de la universidad Beloit College (Wisconsin, Estados Unidos) ha demostrado científicamente que los granos de café no hacen nada para limpiar o restablecer nuestro sentido del olfato.
El mito de los granos de café ha existido desde hace tanto tiempo que es casi imposible encontrar una perfumería sin ellos. Por desgracia, no sirven para nada más que para distraernos psicológicamente.
Entonces, ¿Qué podemos usar para reajustar nuestro olfato cuando sentimos un poco de fatiga olfativa? La respuesta puede sorprenderte. La mejor forma de tratar la fatiga olfativa es simplemente oler nuestra propia piel. Un buen lugar sería la fosa del codo. Nuestro olfato está acostumbrado a nuestro propio olor, por lo que es un punto de partida perfecto.